Es imposible, por lo mismo, encontrar sentidos fuera, si no los hay
primero dentro de nosotros. Un ritmo pictórico, una forma exquisita, un gesto
imperceptible, no cobran sentido sin un ojo educado, sin un ojo cuidadoso capaz de
mirarlos: "un ángel sólo puede estar en la mirada de quien lo descubre".
La mirada atenta, perspicaz, la "mirada de lince o de Linceo" sabe que la
importancia de lo infinitamente minúsculo e incalculable, y que la punta visible del
iceberg no es sino una novena parte de todo su volumen invisible. La mirada más viva
y penetrante, la que infiere y abduce, es la mirada policíaca.
Rostros y máscaras de la comunicación - FERNANDO VÁSQUEZ RODRÍGUEZ.
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