La mirada dice sin hablar. Es un lenguaje especial. Un acto, una pragmática.
De allí su poder y su carga de seducción. Sin que pronunciemos una palabra, la
mirada establece puentes de comunicación, inaugural sentimientos, enciende
pasiones. La mirada comunica y comunica ambiguamente. Es misteriosa. Abre y
oculta a la vez. Sólo un mirador avisado conoce bien las fases del mirar, sus ciclos,
sus tonalidades.
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